‘El Lazca’, los presidentes y el FMI

  • lunes, 29 de octubre de 2012


  • Francisco Díaz.- La estimación de la relevancia que para la vida nacional tiene la noticia de la muerte de El Lazca, presunto líder de los zetas, o la afirmación del Fondo Monetario Internacional (FMI) respecto a la desaceleración de la economía mexicana, o bien, la reunión sostenida entre Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, depende de la disposición personal que cada receptor de información tenemos, en función de nuestra experiencia individual.

    En primeras planas se consigna la información sobre el abatimiento del cabecilla del célebre grupo delictivo, así como la posterior desaparición o robo del cuerpo del mismo. Se acompaña la nota de la crónica de los hechos, siempre insuficientes, que narran los acontecimientos y circunstancias, generando sin duda en el lector, escucha o televidente toda la serie de dudas y especulación que nuestra imaginación es capaz de producir.



    Si nuestras incógnitas, nuestros temores o suposiciones sobre el futuro tienen más que ver con las condiciones de crisis económica global y sus efectos, quizá nos despierte mayor interés especular con respecto a las medidas y planes de ajuste que, siguiendo los dictados del FMI, sin mayor remedio se tendrían que implementar, aun a pesar del consecuente incremento de conflictividad que podría reubicarnos en el estado de crisis social que nadie quisiera.

    De la misma forma, cuando nuestro sistema de creencias se encuentra mayormente influenciado por expectativas de conformidad al espacio de la política y la toma de decisiones públicas, lo más probable es que concentremos la atención en la serie de reuniones que los presidentes, entrante y saliente, han sostenido en los días recientes, pues podríamos suponer que de dichos encuentros se podrían derivar las políticas gubernamentales, públicas o de Estado, bajo las que habremos de discurrir, en los próximos años, nuestras habilidades y nuestras disonancias sociales.

    No obstante de la propensión que se tenga, quizá valga la pena ejercitar nuestra creatividad relacionando entre sí la información disponible, pues bien podríamos reflexionar sobre los cursos de acción que podrían o deberían ser modificados por el gobierno entrante, con respecto a la política criminal y de persecución al narcotráfico, máxime si consideramos que cuando menos dos de los encuentros presidenciales han tenido como tema la seguridad.

    Si partimos de que el narcotráfico se afirma como un problema de seguridad pública y seguridad nacional, podríamos imaginar a Calderón y Peña Nieto charlando sobre todo aquello relacionado con las bandas delictivas y jefes criminales que como El Lazca ocupan los titulares en las noticias. Igualmente podríamos suponer que dialogan al respecto de las estructuras en las que se sostiene un fenómeno de la índole y dimensión del tráfico de drogas. También podríamos intuir que intercambian opiniones en relación a la agenda global de combate al narcotráfico o sobre la serie de acuerdos que de forma inevitable se toman con el gobierno norteamericano.

    Resulta válido suponer que si el más reciente encuentro tuvo que ver con los temas de la economía, quizá la información y opiniones que se comparten tienen que ver con las relaciones políticas y económicas que nuestro gobierno establece con los organismos de financiación internacional, al igual que con los gobiernos de las principales economías, pues evidentemente son estos últimos los que determinan el rumbo y las pautas que en la economía y la política se encuentran obligados a seguir los países que como el nuestro requieren de créditos internacionales.

    Ahora bien, si partimos de que el narcotráfico está considerado también como un problema de seguridad global, ¿qué tan explícito será el intercambio entre presidentes tratándose de acuerdos globales para el abordaje o la atención del tráfico de drogas? Es decir, con independencia de los juicios morales que pudiésemos tener al respecto de “pactos” con delincuentes, sin duda la política criminal que nuestro país implementa se encuentra altamente influenciada, si no es que conducida, por quienes aportan los recursos técnicos, materiales y financieros para el combate al narcotráfico.

    En este mismo tenor, partiendo de que el tráfico de drogas genera billones de dólares de ganancia en toda el orbe, a quienes participan de estas actividades, sean personas, grupos o países, ¿qué tanto se explicita entre mandatarios el grado de involucramiento o inoculación que la economía tiene, derivada de estas actividades ilícitas? Una ventana de abordaje -o cuando menos de observación- del fenómeno global del tráfico drogas es el mercado financiero internacional, como también lo son las actividades de la economía formal o informal de cada país que participa en estos intercambios, sin que para lo anterior sea obstáculo el nivel de permisividad o persecución instituido.

    Se acepte o no, el narcotráfico es antes que otra cosa un gran negocio, lo cual no significa que deba haber o exista conformidad al respecto. Este apunte se vierte en el sentido de reconocer las características esenciales del fenómeno, lo cual sería indispensable, si es que de verdad se quiere combatir el mismo, bien sea con fines de acabar, inhibir o controlar el tráfico de drogas.

    El narcotráfico genera graves problemas de salud pública; bajo esta óptica resultaría prioritario inhibir el consumo, quizá a través de políticas que propendan a la prevención del mismo. Como toda actividad ilícita, para desarrollarse requiere un grado de soporte, generalmente logrado mediante la corrupción, en las instituciones y organizaciones formales del Estado; ante ello, sería oportuno enfatizar las acciones hacia la inhabilitación de todo aquello que propicia la corrupción, como lo es la impunidad.

    Sin embargo, no habrá lucha eficaz contra este tipo de delincuencia si el abordaje y estrategia se reduce a una confrontación directa en el ámbito de los más deliberados comportamientos de hostilidad, agresión y violencia, pues si bien es cierto que una de las principales funciones del Estado es garantizar la seguridad de los pobladores, para lo cual se reserva el monopolio del uso de la violencia, también es cierto que se debe atender el fenómeno desde su estructura, lo cual incluye las normas bajo las que éste se rige.

    Así las cosas, en tanto no se altere el orden financiero global, se ataquen los cimientos de las estructuras financieras en los países y se castigue la eficacia de las finanzas en el crimen organizado (narcotraficantes, empresarios o políticos), seguiremos siendo partícipes involuntarios del reality show que por destructivo sostiene el mayor nivel de audiencia en nuestro país.

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